domingo, 10 de marzo de 2013

Demasiado humano para el siglo XXI.



¿Es justo lanzar pestes sobre el periodo en que vivimos utilizando uno de sus principales signos de identidad?  No lo tengo claro, lo que sí sé, es que hace 30 años no tendría esta maravillosa oportunidad para contarte lo que siento cuando veo el “futuro” instalado en mi ciudad.
Imagínate un bonito Belén navideño, montado con todo lujo de detalles. Cuevas, casas, pastores, viandantes, animales, hogueras, árboles, ríos, cascadas  y…. de repente, una nave espacial!!!!
¿Y por qué no? Es una nave que ha viajado desde el futuro para poner fibra óptica en el pueblecito donde ha nacido el Niño Jesús. Los Reyes, ahora llamados tecnológicos, utilizan GPS para  llegar a su destino sin problema y Herodes está al tanto de la “Buena Nueva” gracias a Internet.  El Siglo XXI ha llegado para hacernos la vida más fácil.

Estoy delante de un edificio actual. La primera impresión que tengo al observarlo se parece mucho a la que me producen las dependencias de un centro de salud. Su limpieza y sus formas me recuerdan a las mesas metálicas que se emplean en las clínicas veterinarias. Parece un lugar esterilizado, donde hombres y mujeres con uniformes de vinilo de color blanco estarían perfectamente integrados. Es todo tan ergonómico que, por un momento, tengo la sensación de estar contemplando un cuarto de baño para personas discapacitadas. Menos mal que los arquitectos del Siglo XII no tenían ese sentido de la funcionalidad y hoy podemos disfrutar de catedrales preciosas, alejadas del diseño de un sanitario.Como siempre, quiero dejar claro  que se trata de mi opinión.

¿Y qué hay de las construcciones viejas, las de aspecto añejo, las que tienen una historia (o muchas) que contar? 

Viejo Hotel Continental (Ávila)


No puedo afirmarlo con total seguridad pero me atrevo a decir que a todos nos conmueve "la vida en blanco y negro". ¿Añoramos el pasado?, ¿incluso un pasado que no hemos vivido?, ¿es propiedad del pasado aquella frase que dice "eran tiempos felices"?

Es curioso; las imágenes en blanco y negro marcan una distancia temporal entre nosotros (espectadores) y  el objeto, persona o entorno inmortalizado pero, al mismo tiempo, generan un vínculo emocional y nos aproximan a ellos.



¿No tienes la sensación de que estamos construyendo un mundo excesivamente funcional y cómodo pero menos humano?.¿Se puede experimentar placer comprando en una gran superficie?. Tengo claro que yo ni puedo, ni quiero, pero a la vista está que mucha gente sí lo hace. Tal vez, dentro de unos años las plazas públicas no tengan otro sentido que el de alimentar la nostalgia de los "no integrados". Es razonable pensar que los pequeños comercios y los mercados de abastos están condenados a difuminarse o convertirse en museos. Es posible que el momento de la comida termine siendo la solitaria ingesta de una cápsula alimenticia, sin una liviana conversación. Creo que actos, tales como darse la mano o dos besos estarán considerados aberrantes en el futuro porque no cumplirán con la normativa sobre higiene y salud pública. ¡¡¡¡Qué visión tan apocalíptica!!!! pero, ¿es descabellada?

Afortunadamente, aún quedan subterfugios que huelen a historias humanas, a personajes pintorescos, a dichos populares, al pescado sobre las hojas de helecho, los encurtidos y la casquería.

Mercado de abastos de Ávila.






















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