Domingo 3 de febrero. 20:00 horas.
Querido lector:
Acabo de encender el ordenador. Mi primera parada ha sido en
el correo electrónico, después he entrado en el facebook y ahora he abierto el
editor del blog para escribir una nueva entrada.
Cuando me pongo a escribir, me gusta sumergirme en un
ambiente concreto, despejado de teléfonos e impregnado de otros estímulos mucho
más gratos.
Una taza de café, un poco de incienso que me trae un amigo
de la India, una luz muy suave y un buen disco, en esta ocasión, “The Book of Secrets”. Es un disco mágico.
Hoy me ha dado por pensar qué sería de nosotros si mañana
nos levantásemos sin internet, sin
teléfonos móviles, sin la posibilidad de comunicarnos por las redes sociales,
sin más realidad que aquella que se ve, se saborea, se palpa, se oye y se huele??
Es curioso, parece poca cosa, siéndolo “todo” en realidad.
Para empezar, yo me quedaría automáticamente sin trabajo y
sin la posibilidad de conseguirlo como hasta ahora, así que tendría que buscar
una fuente de ingresos de otra naturaleza. Volverían los tiempos de llamar a
las puertas con “curricula” en mano, con
los nervios a flor de piel y la fachada estudiada para dar el pego.
Cuando uno se acostumbra a comunicarse exclusivamente a
través de la red, genera una serie de “inseguridades” que se manifiestan en el
momento que abandonamos nuestra zona de confianza. En el mundo analógico existen los gestos y
las interpretaciones en tiempo real, podemos tener una impresión al instante de
si hemos caído bien o mal, percibimos señales del interlocutor y somos
conscientes de nuestras propias señales, aquellas que controlamos a la
perfección cuando escribimos a través de nuestro teclado pero que fluyen
libremente cuando abandonamos el universo digital.
El Mudo de la Red es un mundo simplificado, un mundo donde se
representa una sonrisa con este símboloJ.
Se trata de un gesto estándar. Piensa cuántos tipos de sonrisa distintas
podemos encontrar en los rostros de las personas y cuántos mensajes en clave
hay detrás de ellas. Cuando iniciamos
una conversación a través de una red social, no tenemos información precisa de
la persona o personas con las que estamos hablando, así que recurrimos al
esquema mental que hemos construido sobre ellos. No sabemos si están tristes o
contentos, si están guapos o feos, no podemos escuchar la melodía de sus voces,
ni sentir la temperatura de su cuerpo, ni su olor… demasiada información
perdida, para mi gusto.
Lo cierto es que éste es un mundo en el que nos sentimos muy
cómodos. Por qué razón?
Creo que la razón principal es que nos hace sentir que tenemos el control. Nosotros elegimos el
momento en que empezamos nuestra vida social. Las reglas del juego son simples.
Todos los actores de las redes sociales contamos con las mismas armas, desde la
estrella de cine más afamada al estudiante adolescente que más se aburre en
clase.
A los jóvenes os costará más trabajo entenderlo, pero somos
muchas las generaciones que fuimos felices sin llevar un teléfono móvil en el
bolsillo. ¿No había entonces la misma necesidad de comunicación que ahora? . Claro
que teníamos necesidad de comunicarnos, de expresarnos, pero lo hacíamos de
otra manera. Llamábamos a casa de nuestros amigos/as a una hora para quedar con
ellos en un sitio. Hablábamos mucho, reíamos, compartíamos, avisábamos en casa
de que íbamos a llegar a una hora o de que nos íbamos a quedar a dormir en casa
de un amiguete y nunca nos pasó nada.
No hicimos tantas fotos, ni posteamos tantos comentarios, no
tuvimos tantos amigos, ni dimos tantas veces al “me gusta”, pero fuimos tan
felices como ahora, sin depender tanto de algo.
Para terminar esta entrada, me gustaría recomendarte una
película sencillamente deliciosa: la aventura de un grupo de jóvenes dispuestos
a llegar hasta el final, sin internet ni teléfonos móviles.
Pincha aquí para
ver "Los Goonies"
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